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Según la Real Academia Española (RAE), la literatura es el “arte de la expresión verbal”, tanto hablada como escrita. Desde luego, el lenguaje es una de las formas de comunicación más completas para las personas, que desde la invención de la escritura han intentado plasmar en palabras todas las emociones que recorrían su cabeza.

 

En el campo del azafrán, la literatura o la pintura son artes que han tenido una gran importancia. Esta especia ha tenido muchos usos a lo largo de la historia, desde la cosmética hasta las comidas, por lo que se ha registrado en varias obras de autores antiguos que vamos a repasar a continuación.

 

La pintura del azafrán en la Antigüedad

La primera manifestación del azafrán la encontramos en el 2.300 a. C. a las orillas del histórico río Éufrates, cuna del imperio acadio, donde nació el emperador Sargón. La ciudad se llamaba Azupirano, cuyo nombre se recogía como ‘Ciudad del azafrán’.

 

Unos siglos más tarde, en el 1.600 a.C, se descubrieron pinturas minoicas en el palacio de Knossos, en Creta, lo que ya indicaba la enorme relevancia del azafrán para los ciudadanos del Mediterráneo.

 

En el 1.500 a. C. se encontró otro fresco en Santorini (Grecia) con mujeres que recogían el azafrán en el campo. En este caso, ellas recogían los estigmas directamente, al contrario de lo que se hace hoy en día arrancando la flor para luego tostar los filamentos.

 

La literatura del azafrán en la Antigüedad

Los egipcios fueron los primeros que registraron en una superficie los beneficios del azafrán (1.500 a.C). En el papiro de Ebers, el tratado de medicina más importante del antiguo Egipto, se menciona al azafrán como una especia que se puede utilizar para tratar problemas de riñón.

 

El Cantar de los cantares de la Biblia, redactada entre el 900 a.C. y el 100 d.C., refleja en palabras la afinidad que tenía el azafrán con la realeza de la mano del rey Salomón, que la empleaba de forma cotidiana para la decoración del templo.

 

En la literatura griega es común encontrar otras referencias. En la Ilíada de Homero, por ejemplo, se identifica con ‘Krokos’, el amante de la ninfa Esmilax, que fue convertido en planta del azafrán por haberla matado de un descuido lanzando un disco.

 

Pero si hubo una civilización que cuidó e incluso estimuló el legado del azafrán, esa fue la del Imperio romano. Diversos poetas y filósofos como Teofrasto, Judio Moderato o Virgilio recogen en sus páginas largas comparativas sobre el azafrán que se cultivaba en el Mediterráneo y en Asia Menor.

 

La literatura del azafrán desde la Edad Media

Durante la Edad Media, Venecia se convirtió en la mayor ciudad mercantil del momento. Una partida de azafrán destinada a Alemania nos revela que había empleados especiales encargados de inspeccionar a los comerciantes de esta especia para evitar falsificaciones.

 

A principios del siglo XVI encontramos tres obras que dan constancia de la popularidad del azafrán en el continente. El médico Andrés Laguna menciona, que “es muy conocido y vulgar en todas partes de Europa; mientras que Hernández Núñez y Pedro Valles le dedican cuatro poemas:

 

  • “Agua de agosto, azafrán miel y mosto”
  • “Por San Lucas, el azafrán a pellucas”.
  • “Por Santa Teresa, flor en mesa”.
  • “Noviembre, si las flores dan, coge azafrán”.

 

Ya en el siglo XIX, el investigador Juan Alfonso López nos da detalles de la antigüedad de la especia en Castilla-La Mancha. Su obra Cultivo del azafrán en La Solana nos indica que ya hay registros de esta actividad en Ciudad Real anteriores incluso al siglo XVIII.

 

La importancia del azafrán en la historia

Los poetas y los médicos han sido los que más han aportado a la literatura del azafrán, pero los tratados económicos también recogen la vitalidad de la especia en los intercambios económicos que se daban en el pasado entre las naciones.

 

Como podemos ver, el azafrán ha sido siempre un amigo fiel de las civilizaciones que han pisado Europa y Asia. Las obras literarias, las pinturas y las esculturas nos demuestran que siempre ha habido un culto constante hacia esta flor allá donde se ha cultivado.

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