Su nombre científico (Crocus Sativus L.) proviene de kroke, palabra de origen griego, que quiere decir filamento. Sativus quiere decir que se cultiva.
Se trata de una planta bulbosa y perenne de la familia de las iridáceas. La flor se caracteriza por tener un color púrpura. En ella encontramos los estambres de color amarillo y tres estigmas de color rojo. Estos tres estigmas están unidos a la base por el estilo y una vez extirpados y secados darán lugar a lo que conocemos como azafrán.
Para su buen desarrollo, la planta requiere un clima continental. Soporta bien las temperaturas elevadas y fríos intensos. No necesita mucha agua aunque hay dos épocas del año en las que la planta requiere mayor humedad y que son primavera para favorecer la formación de los bulbos y principios de otoño para facilitar la floración.
La plantación de los bulbos se realiza durante los meses de junio a septiembre.
La cosecha tiene lugar entre finales de octubre y principios de noviembre. La rosa florece al amanecer y es en ese mismo instante cuando debe ser recogida de la tierra. Se debe evitar el contacto prolongado con la luz. De otra forma se marchita y sus estigmas pierden color y aroma.
Inmediatamente después se procede a la separación de los estigmas del resto e la flor. Ésta tarea se hace de forma manual y recibe el nombre de “monda” o “esbrinar”. Es la considerada parte más delicada del proceso.
Posteriormente procedemos al secado o tostado de los estigmas. La finalidad no es otra que la perfecta conservación del azafrán. Recordemos que el azafrán está formado en su mayor parte por agua y por lo tanto presenta un alto grado de humedad. Por cada kilogramo de estigmas al natural, obtendremos 200 gramos de azafrán listo para el consumo.
El azafrán debe ser conservado en un lugar seco y protegido de la luz.
El azafrán (Crocus Sativus) es considerado como la especia más fina y delicada. Las cualidades gastronómicas del azafrán resultan interminables otorgando a sus platos un profundo e intenso sabor, aroma y color.