En Antonio Sotos estamos en plena recolección del azafrán, un momento único del año en el que tenemos que salir a recoger las flores antes de que el contacto prolongado con la luz las marchite. El color del morado en los pétalos, el rojo de los pistilos, el verde del campo… La belleza de la vida está en sus colores, desde luego.

La cosecha es la segunda fase del azafrán, después del cultivo, que se da entre junio y septiembre, mientras que a finales de octubre y principios de noviembre tiene lugar la recolección. La labor se realiza en las primeras horas del día, en las que ponemos todo nuestro esfuerzo para tenerlo todo hecho antes de que lleguen las horas más intensas de calor.

A la hora de cortar la flor, lo hacemos con un pellizco preciso, entre el tallo y el cáliz, para evitar que se rompa. Luego colocamos todas las flores en cestas de mimbre, para permitir que se ventilen y puedan protegerse de la luz, y se transportan para conservar todo su color y aroma.

Después de recolectar el azafrán, llega el momento de la monda y el secado. En la monda, se procede a la separación de los estigmas, una tarea que hacemos a mano para darle el mayor mimo a cada flor.

En Antonio Sotos llevamos más de 100 años realizando este proceso en casa, poniendo toda nuestra atención en cada una y manchándonos las manos para que puedas disfrutar del azafrán más delicioso en tus recetas de comida.

En el secado, procedemos a tostar los estigmas para que se conserven con la máxima calidad. De esta forma, extraemos todo el agua y logramos que, de cada kilogramo de estigmas al natural, obtengamos 200 gramos de azafrán listo para el envasado.

En general, todo el procedimiento supone un gran esfuerzo, pero merece la pena. Al final del día, tenemos un azafrán listo para el consumo, basado en valores como la garantía, la trazabilidad del producto o la higiene durante todo el proceso.